Centro de Documentación Mapuche Documentation Center
 

Apuntes de un día cualquiera en territorio mapuche.
Para ser leído o escuchado en la presentación de

 

MULU MAPU

 Tierra Húmeda

Leonel Lienlaf

En territorio mapuche, abril 2001


Hace unos días en la madrugada, un centenar de policías fuertemente armados asaltaron una casa Mapuche en la comunidad Pascual Coña, en la Octava región de Chile. Entraron derribando puertas, y apuntando con sus armas a toda la familia, incluido niños, luego de los consabidos insultos racistas, se llevaron detenido al lonco de la comunidad, Avelino Meñaco y a su hijo, a los cuales no les dieron tiempo siquiera para vestirse adecuadamente. El asalto fue ordenado por un Ministro En Visita (juez especial para perseguir al movimiento mapuche, en virtud de la ley de seguridad interior del estado). Este hecho se repitió en otras casas esa misma madrugada dejando como resultado tres detenidos, los que luego fueron llevados a la cárcel de concepción.

Luego leo en los titulares de prensa de Chile, "violencia Mapuche", "Terrorismo mapuche en el sur", pero nada se dice de los niños golpeados por carabineros, o las personas despertadas a medianoche, entre metralletas apuntándoles y bombas lacrimógenas por todas partes. Nada se ha dicho del hermano que perdió un ojo después que un carabinero le disparo a quemarropa un balín o de la machi golpeada, o de un bebe asfixiado por las bombas de humo que la policía, criminalmente arrojó dentro de las casas. Nada tampoco de los guardias forestales armados, ni de los señores empresarios que encapuchados detrás del estado (de derecho dicen ellos) privatizan la policía.

En el sur, este sur húmedo, los mapuches hemos visto pasar el silencio, la muerte y el saqueo de nuestras tierras durante mucho tiempo ¡y nos llaman violentos!. Arrinconados en los lugares más inhóspitos de nuestra tierra, otrora rica y fértil y hoy gracias al "progreso" impulsado por los empresarios, empobrecida por el monocultivo de pinos y eucaliptos.

Nuestros lugares sagrados han sido arrasados, como los árboles, como el nombre que le hemos dado a los lugares que habitamos, como las aguas. Y no contentos con eso, nos rocían con insecticidas y bombas lacrimógenas y humillación. Y nos llaman violentos.

Todos los días grandes camiones pasan por los polvorientos caminos que cruzan nuestras escasas tierras, a cada rato nos cubren de polvo, ruido y ese olor penetrante del petróleo. Y ese humo negro que se fija en la ropa y en el cuerpo. Como si además quisieran borrar nuestros rostros y nuestras casas.

Seguramente nos seguirán asaltando cada amanecer, intentando interrumpir nuestros sueños,

Seguramente nos seguirán incomunicando en sus cárceles, seguramente nos seguirán llamando violentos

Seguramente vendrán sus jueces, sus abogados, sus policías y guardias armados.

Seguramente...

Pero no arrancaran nuestra historia, no me harán olvidar el nombre de los pájaros, de los árboles, de las historias de mi abuela, de esta tierra húmeda, porque el territorio no es lo que ellos ven como bien económico. El territorio son los sueños y los espíritus de nuestros antepasados. El territorio es el fuego, es el aire, es el agua.

El territorio es también nuestra rabia