Clarín (Buenos Aires), 22 de junio de 2004.
CRISIS EN BOLIVIA / TERCERA NOTA: UNA CEREMONIA RELIGIOSA ANTE LA CELEBRE PUERTA DEL SOL
Gustavo Sierra. TIWANAKU, BOLIVIA. ENVIADO ESPECIAL

En el milenario rito de Año Nuevo, los aimara desafían al gobierno

Fue en Tiwanaku, su centro histórico ancestral, al recibir el año 5512. Exigieron la nacionalización del gas y una gestión gubernamental sin corrupción. "Festejamos, pero no olvidamos", dijo un sacerdote.



CEREMONIA ANCESTRAL. Un sacerdote echa hojas de coca al inicio del año nuevo. Miles de indígenas y muchos turistas participaron de la fiesta. (Foto: Germán García Adrasti)
Espectro
Claudio Mario Aliscioni
Aunque religiosa, la celebración de Tiwanaku cobra hoy una dimensión que va más allá de lo simbólico. El principal reclamo es al Estado boliviano por su ausencia en la vida real. Los celebrantes son los mismos que acabaron con el gobierno de Sánchez de Lozada por haber liquidado a esa institución encargada de cuidar el interés general, depreciando el poder del voto y sometiendo la política a la gula privada. Aquel Estado ausente, con su correlato de pobreza y exclusión social, es el gran espectro de la fiesta aimara y una deuda impaga a ese pueblo milenario.
En Perú sigue el conflicto

Los indios aimara que ejecutaron por corrupto al alcalde del pueblo peruano de Ilave ahora quieren nombrar a su supuesto asesino como nuevo intendente. Los pobladores de Ilave aseguran que mañana proclamarán a Gilberto Olivera, buscado por la Justicia por estar implicado en la muerte del linchado jefe comunal Cirilo Robles, y desconocerán al jefe comunal designado por el gobierno peruano.

Julián Rivera, vocero de la comunidad indígena de Ilave, advirtió que "no permitirán que el alcalde provisorio Ramón Arias, sea la nueva autoridad municipal", tal como lo decidió el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). "Así ingrese con policías no le dejaremos ejercer el cargo", alertó Rivera. El gobierno central de Lima dijo que va a impedir que Olivera jure como nuevo alcalde. "No podemos llegar a un estado donde se hagan las cosas al margen de la ley", afirmó Gastón Soto Ballenas, el director del JNE.
El rayo de sol se escurrió por encima del cerro Khunu y se produjo el mismo milagro que se viene revelando en el Altiplano boliviano desde hace 5512 años. Se inició el willkakuti, el año nuevo aimara. Y unos 5.000 indígenas y algunos pocos extranjeros comenzaron a gritar de alegría mientras extendían las manos con las palmas abiertas hacia el sol. "Iuiuiuiuuuuu", se escuchó en miles de voces y los tambores y las quenas y los pincullos acompañaron a ritmo lento. El amauta, el sacerdote principal, levantó al cielo una canasta repleta de hojas de coca y la arrojó a la pira de fuego que estaba ardiendo desde que todavía era plena oscuridad en las ruinas del palacio real y fortaleza de Tiwanaku, el sitio sagrado de los aimara. Los otros sacerdotes siguieron en fila ofrendando al fuego restos de ovejas, velas, lanas, verduras y granos. Son los productos de la cosecha anterior y un signo de agradecimiento. Ayer a las 6:35 de la mañana de Bolivia (una más que en Buenos Aires) comenzaba la nueva época de siembra y el año 5512 de la quinta era aimara. Y los indígenas que hasta unas horas antes habían mantenido cortadas las principales rutas del país y habían aplicado la pena de muerte a sus alcaldes acusados de corruptos, ahora se tomaban un respiro para festejar este willkakuti masticando hojas de coca, tomando chicha y bailando como trompos hasta caer en su tierra sagrada.

"Festejamos, pero no nos olvidamos de nada. Estamos acá también para pedir a nuestro sol que nos proteja en la lucha que llevamos a cabo por la nacionalización de nuestros recursos, como el gas, y por la independencia de nuestra nación aimara", explica Eulogio Everardo, uno de los sacerdotes, poco antes de iniciarse la ceremonia, cuando aún hacían diez grados bajo cero y todos estábamos envueltos en frazadas gruesas para aguantar el rocío de la helada.

La ruta de 87 kilómetros que trae desde La Paz hasta Tiwanaku todavía tenía sectores sembrados de piedra que recordaban los piquetes que se mantuvieron hasta esta misma madrugada y que, según los empresarios, provocaron en tres semanas pérdidas por más de US$ 50 millones. Aunque, de inmediato, se produjeron otros cortes en la ruta que va a la región agrícola de los Yungos, al norte de La Paz.

La apertura de la ruta que va hacia la frontera peruana se alcanzó después de casi 20 horas de negociaciones entre el gobierno del presidente Carlos Mesa y los sindicatos de indígenas aimara. Pero parece ser un acuerdo de muy corto plazo. Ayer, el máximo líder sindical aimara, Felipe Quispe, lo desconoció por "no tener ninguna base política" y llamó a mantener los bloqueos. Es muy posible que cuando pase el efecto de la chicha, los comuneros regionales aimara vuelvan a sembrar las rutas de piedras.

Los aimara demandan ayudas para enfrentar la sequía y las heladas que afectan al altiplano y arruinaron las cosechas, así como la nacionalización del gas, gobiernos sin corrupción y que no se ratifique en el Congreso un convenio que exime a los ciudadanos de EE.UU. acusados por delitos de lesa humanidad y de guerra de comparecer ante la Corte Penal Internacional.

El endeble gobierno de Carlos Mesa, que asumió hace ocho meses tras la destitución de Gonzalo Sánchez de Lozada, está presionado por lo que él llama "minorías radicales" y las fuerzas de la derecha que le exigen mano dura contra los piquetes y los culpables del asesinato del alcalde del pueblo de Ayo-Ayo, quemado vivo la semana pasada por una turba de indígenas que lo acusaban de corrupto.

Y ayer, a Mesa se le sumó otro conflicto. Es el de los productores de coca de los Yungas, a unos 100 kilómetros de La Paz, que comenzaron a cortar las rutas en demanda de un trato similar al concedido a los productores del sector norte en la comercialización de la hoja. La legislación antidroga acepta la siembra de 12.000 hectáreas de coca en Yungas, pero las plantaciones en la zona proliferaron en los últimos años. Se estima que existen unas 4.000 hectáreas ilegales cuya producción alimenta al narcotráfico. En todo el territorio de Bolivia hay más de 23.000 hectáreas sembradas de coca y el gobierno de Estados Unidos exige su total erradicación.

En una situación de permanentes conflictos que está paralizando la economía, la inversión extranjera cayó de casi mil millones de dólares en 2002 a apenas 244 millones entre enero y junio de este año. Y el volumen de operaciones bursátiles se redujo en un 70% en los últimos seis meses, según Armando Alvarez, el gerente de la BBV (Bolsa Boliviana de Valores). "Hay una incertidumbre total, el aparato productivo está paralizado, bloqueos de carreteras todos los días, no podemos acopiarnos de materias primas, la situación es muy difícil", dijo ayer por la mañana Roberto Mustafá, el presidente de la cámara de empresarios a una radio.

En Tiwanaku, éstas son palabras sin sentido. Allí, como en todo el Altiplano boliviano y la sierra central peruana, se vive en un ciclo de siembras y cosechas que dividen cada año en solsticios y equinoccios. Ayer iniciaron el ciclo 22.112. Y el retorno del sol en este año nuevo cambia muy poco. Los aimara llevan una lucha que viene desde que los conquistadores españoles pusieron un pie en esta ciudadela sagrada y comenzaron a saquear sus piedras para construir una iglesia católica a mil metros del lugar.

Las cholas y los comuneros bailan haciendo rondas que corren en dirección contraria. Y en el medio, unos muchachos mantienen un enorme mástil con la bandera de cuadrados en degradé y colores intensos. Se siente un olor muy intenso de la coca mascada y del incienso que quemaron los sacerdotes. Los turistas alemanes y holandeses saltan con poca gracia y se aferran a las manos cobrizas con alegría y cierto miedo. La mayoría de las autoridades religiosas se fueron y los que quedan ya están muy "machados" de chicha y coca. Una chola me dice que está poseída por la energía cósmica del Tata Willka. Y su compañero de chambergo negro y poncho rojo tomate asegura que está teniendo en este momento la guía de los dioses, los Achachilas.

El nuevo año ya vive dentro de estos aimara. Sus penas amenazan con seguir rondando este altiplano boliviano por muchos más willkakutis.
 

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