Clarin (Buenos Aires), 16 de enero de 2005.
EL MAPA GENETICO DE ARGENTINA: ESTUDIO DE EXPERTOS DE LA UBA
Silvina Heguy

El 56% de los argentinos tiene antepasados indígenas

Lo determinaron mediante análisis genéticos. El resto de la población es de origen mayoritariamente europeo. Entre las personas que poseen huellas aborígenes en su ADN, sólo el 10% es indígena puro.

 
Ellos, nosotros
Horacio Convertini
El porteñísimo orgullo de sentirnos una parte de Europa en América latina disimula (mal) un pensamiento racista. Sentimos que lo indígena nos es ajeno. En el mejor de los casos lo abordamos con una mirada antropológica ("descendemos" a su cultura y sus problemas como objeto de estudio y curiosidad) o con un redescubrimiento cool en objetos de diseño. En el peor de los casos, ejercemos la discriminación en sus más variadas formas: por ejemplo, ser "cabecita negra" es una credencial que cierra las discos de moda y facilita el maltrato policial. En definitiva, nos cuesta reconocer lo indígena como parte de nuestra propia identidad. El estudio genético de la UBA socava ese prejuicio, lo deja sin sustento. "Ellos" son nosotros.
El ADN de los guaraníes

El ADN de los argentinos determinó que una de cada diez personas con raíces genéticas indígenas es amerindia pura. Pero también develó otros datos. El equipo de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA visitó en varias oportunidades diferentes comunidades guaraníes de la provincia de Misiones y en sus códigos genéticos también pudo leerse partes de su historia.

El método, llamado análisis de coalescencia, permite reconstruir la historia de una población a partir del estudio genético de los pobladores actuales. Existe algo así como una genealogía del ADN. El genoma mitocondrial y el Cromosoma Y son ideales para la reconstrucción de árboles o cadenas evolutivas debido a que se heredan sin modificaciones.

Los especialistas suelen cruzar los datos del árbol genético con datos de la historia para rastrear, por ejemplo, matanzas o éxodos. 

Los guaraníes que habitan hoy el norte de Misiones —concluye el estudio— descienden de un grupo de hombres de la misma comunidad y que llegaron a la zona en una oleada migratoria desde el norte (Paraguay, Brasil o hasta Ecuador). "No eran de las poblaciones originarias. Son posteriores a la Guerra de la Triple Alianza y, probablemente, a la Guerra del Chaco", explica el experto Daniel Corach.


Sin saberlo y tallado en el ADN, los argentinos portan un mensaje de sus antepasados. Y en el 56% de los casos el que lo legó dejó escrito simplemente un solo dato: su origen amerindio. De la población actual, el 44% desciende sobre todo de ancestros europeos, pero el resto —la mayoría— tiene un linaje parcial o totalmente indígena. Así lo determinó un estudio realizado por el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Universidad de Buenos Aires, a partir del análisis de casos en 11 provincias. "Lo que queda al descubierto es que no somos tan europeos como creemos ser", dice Daniel Corach, director del Servicio, profesor en la cátedra de Genética y Biología Molecular de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA e investigador del Conicet. En una segunda etapa —junto a Andrea Sala, investigadora del Conicet, y Miguel Marino, becario de esa institución— analizaron comunidades aborígenes puras.

A partir de 1992, y tomando muestras de ADN al azar de un total de 12 mil personas, los científicos pudieron ir tirando del hilo de la madeja de los genes para reconstruir la historia de la población que vive en nuestro país. Querían saber cuánto había aportado la población originaria en la formación de la actual Argentina. Ahora, con el estudio terminado, parece que fue mucho.

El análisis implicó leer los códigos inscriptos en el ADN mitocondrial, que aportan todas las madres, y en el Cromosoma Y, que sólo tienen los hombres y que les legan los padres. Y, que al no combinarse durante la unión para crear un nuevo ser, permanecen inalterables en las distintas generaciones.

Los investigadores argentinos, a cargo del estudio, sabían dónde buscar en ese rompecabezas de códigos genéticos. El método aplicado no es nuevo. Se usa desde mediados de los años 90 y se reduce a una célula. En realidad a su núcleo y a las mitocondrias, dos sitios donde se encuentran moléculas de ADN. Porque, finalmente, todo se centra en esa sigla que designa a una molécula compuesta por dos cadenas de unidades químicas (Adenina, Timina, Guanina y Citocina). De dónde ellas se ubiquen depende el mensaje. Habría que pensarlo como un abecedario de cuatro letras que forman palabras. El mensaje da cuenta del organismo.

En esa larga hilera de combinaciones que forman al Cromosoma Y, hay un marcador conocido con siglas y números: DYS199. En ese lugar, en el caso de los amerindios, aparece una característica típica —y científicamente comprobada— que portan todos los miembros de esa comunidad y que se verificó en gran parte de los hombres argentinos. Pero esa característica genética, explican los científicos, no necesariamente se manifiesta con algún rasgo físico visible. "De ahí que se haya podido sostener tanto tiempo la creencia de que la mayoría de la población argentina es de origen europeo", dice Corach.

Después el equipo buscó en un área determinada de las mitocondrias, también en una región que se mantiene inalterable y que se identifica como HVR I. El resultado fue el esperado: la mayoría de la muestra tenía ascendente materno no amerindio. Es decir, había mayoritariamente madres europeas (53,3%).

La combinación de ambos datos dio que hubo cruzamiento y que en el 56% de los casos había un legado indígena en algún lugar del ADN. De este segmento de la población, sólo el 10% era amerindio puro, sin ningún componente europeo.

La sorpresa para Corach se explica así: "Se cree que las dos grandes matanzas de población aborigen terminaron con 30.000 personas. Se supone que había más población. Seguramente lo que sucedió es que ellos tuvieron descendencia que está presente todavía. Creo que se sobreestima el componente europeo".

El científico sostiene que "la muestra del estudio es representativa porque incluye a la población urbana pero no sólo de la Capital Federal", explica. "Si analizamos a la población de Barrio Norte nos dará un alto porcentaje de origen europeo".

El método partió de un avance científico: desde hace unos años se sabe que parte de la historia queda registrada en el material genético que acarrean los humanos. Y tal novedad permite reconstruir el famoso "de dónde venimos" de la humanidad.

En un comienzo sólo pudo hacerse con el material aportado por las mujeres, que está en las mitocondrias. De ahí la polémica revelación de que las madres de todos los hombres era la "Eva mitocondrial", una mujer africana. A mitad de los años noventa, se pudo analizar el componente masculino, inscripto en el Cromosoma Y.

Ahora, Corach y compañía quieren averiguar cómo se movió esta población. Mientras tanto el mito fundacional está cuestionado. ¿Habrá que borrar esa parte de las guías de viaje y enciclopedias que dicen que más del 85% de la población argentina es de origen europeo?