Durante el gobierno de Patricio Aylwin se pusieron las bases de la nueva
política indígena. En 1993 se aprobó la ley Nº
19.253 que buscaba darle una solución global al conflicto indígena,
cuyas manifestaciones violentas habían aumentado durante 1992, aniversario
del Descubrimiento de América. Meta de la llamada Ley Indígena
es "respetar, proteger y promover el desarrollo de los indígenas,
sus culturas, familias y comunidades", además de "proteger las tierras
indígenas, velar por su adecuada explotación, por su equilibrio
ecológico y propender a su ampliación".
Para poder llevar a cabo estas tareas se creó la Corporación
Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi), llamada a ser el pilar
central de la nueva política indígena. Sin embargo, por diversas
razones esta entidad no ha podido cumplir con la tarea que le fue encomendada.
A poco andar fueron apareciendo las contradicciones de la política
gubernamental. En Ralco, la Ley Indígena que obliga a proteger y
ampliar las tierras mapuches entró en colisión frontal con
la Ley Eléctrica. La pregunta era entonces qué principio
primaba: la protección de las tierras mapuches o la necesidad energética
del país. El gobierno de Eduardo Frei superó esta incompatibilidad
pidiéndole la renuncia al entonces director de la Conadi Domingo
Namuncura, quien se oponía a la permuta de tierras. Pero la discrepancia
de fondo no fue dirimida y puede reaparecer en el futuro.
Las contradicciones no terminaron aquí. Según la política
iniciada en 1993, la Conadi sería la entidad que negociaría
con las comunidades. Sin embargo, con el tiempo el Ministerio de Planificación
y Cooperación (Mideplan) empezó a saltarse a la Conadi negociando
directamente con las comunidades. Por otro lado, los gobiernos regionales
también tomaron cartas en el asunto.
Otro aspecto en el que ha habido indecisión es en el trato hacia
los grupos que realizan actos violentos. Durante el gobierno de Eduardo
Frei la política de Mideplan era de no negociar con grupos violentistas.
Pero la otrora ministra de Mideplan en los primeros años del gobierno
de Lagos, Alejandra Krauss, cambió de estrategia saltándose
a la Conadi y negociando directamente con comunidades que habían
ocasionado conflictos y acciones de violencia. En ese momento asociaciones
indígenas que habían optado por el diálogo y la vía
pacífica dijeron sentirse desplazados a favor de grupos violentistas.
Pero el problema más grave en los casi diez años de política
indígena ha sido sin duda la corrupción, flagelo que parece
ser endémico en la Conadi.
Una pregunta legítima de hacerse es la causa que genera la recurrente
corrupción en esta entidad. La respuesta está en la entrega
de tierras, eje principal de la actual política indígena.
Un 70% del presupuesto de la Conadi se gasta para estos fines.
Conadi ha utilizado cuatro mecanismos para ampliar las tierras en manos
de indígenas. El primero corresponde al traspaso de predios fiscales;
el segundo a la regularización de propiedades; el tercero a la compra
directa de tierras y por último están los subsidios.
En las zonas del conflicto ya se acabaron las tierras fiscales con posibilidades
de ser traspasadas. Por lo tanto, para cumplir con las demandas de tierra
se van a tener que aumentar las compras a través de subsidios y
adquisiciones directas.
El subsidio se otorga por parte del Estado a personas o comunidades para
que éstas adquieran en forma directa tierras de particulares no
mapuches. Según el reglamento del Fondo de Tierras y Aguas Indígenas,
la Conadi elabora un listado con los postulantes a base de puntajes para
el cual se considera el ahorro previo, la situación socioeconómica
y el grupo familiar. Para el caso de las comunidades se agregan los factores
de antigüedad y número de asociados.
Uno de los problemas de la asignación de subsidios es la falta de
transparencia que hay en el proceso de postulación, selección
y asignación de los recursos.
Pero las irregularidades más graves se han generado en las compras
directas. En este caso se trata de tierras que son reclamadas como propias
por las comunidades. Una vez formalizada la demanda, la Conadi procede
a estudiar el caso. Cuando se decide la compra, esta entidad negocia directamente
con los dueños de las tierras.
Debido al aumento del precio pagado por hectárea, la cantidad de
compras que se pueden realizar con el mismo dinero son cada vez menores.
Por lo tanto, para satisfacer la demanda se van a tener que invertir sumas
cada vez mayores. Se estima que la Conadi tramita actualmente 184 solicitudes,
de las cuales sólo alcanza a resolver entre 12 y 18 casos anuales.
En las compras directas es la Conadi quien decide qué terreno se
compra y a qué comunidad se le entrega. El problema es que en ciertas
ocasiones hay discrepancias dentro de las comunidades para las que se compran
las mismas tierras o un mismo terreno es reclamado por dos comunidades.
Pero el hecho que demuestra en forma más patente el fracaso de la
actual política indígena es su incapacidad de solucionar
el conflicto, el que incluso se ha agravado, pese al vertiginoso aumento
del presupuesto invertido en la compra de tierras en los últimos
años.
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