|
lunes
10 de junio de 2002
|
|
La violencia
engendra tierras
|
Que "la violencia nada engendra" es algo que sólo tiene validez
y certeza en las sociedades cultas, avanzadas y respetuosas de los derechos
de todos y no, ciertamente, en las estereotipadas comunidades como la nuestra
que arroga mayores derechos a ciertas minorías y a aquellos que
son capaces de hacerse escuchar más por la estridencia de sus vocinglerías
que por la razón de sus fundamentos.
En Chile, está claro, la violencia engendra tierras y cada vez más
tierras en la medida en que mayores sean los desaguisados que los violentistas
dejen tras de sus oleadas delictuales. Y ello, porque los obnubilados indigenistas
se dieron cuenta de que en la práctica tienen carta blanca para
sus fechorías, al contar con la complicidad y vista gorda de muchos
personeros, políticos, académicos y de una desinformada opinión
pública.
La propia justicia juega a favor de esos extremismos, pues el peso de la
misma una vez constatadas la participación de responsables, a lo
sumo les hace pagar tímidas reconvenciones, unos pocos días
de detención por ejemplo, que bien valen el precio de miles de hectáreas
que pronto les compra la Conadi para tranquilizarlos, en un caso increíble
de un organismo que financiamos todos pero que regala sólo a unos
pocos.
La lamentable situación en la que se debaten las tierras compradas
por este ente público para ser entregadas no se sabe con qué
fin, excepto de más espacio para la pobreza, tiene a las regiones
del Biobío y La Araucanía frente a un negro e increíble
panorama de irrespeto de las garantías constitucionales de propiedad
y seguridad de quienes tienen la mala fortuna de estar próximos
a las zonas de conflicto. Muchos son los predios, especialmente forestales,
que son vendidos a raíz de estas presiones y que está provocando
una fuerte caída de las inversiones del sector, con todo lo que
ello significa en sus impactos directos de decrecimiento económico
del país y generación de mayor miseria.
Tal como lo señalara el presidente de la Corporación de la
Madera, Corma, esto es un triunfo de los violentistas que ven el logro
de sus objetivos en un momento y en una sociedad en la que, suponemos,
rige en plenitud el estado de derecho y la acción de sus instituciones
para todos los chilenos. La compra de predios por numerosos que sean, jamás
satisfacerá los apetitos totales de los violentistas porque cada
vez querrán más y más tierras, acaparándolas
sólo para ir dejándolas abandonadas, tal como Quinquén,
más allá de Icalma, entre muchos otros casos.
Ese es el peligro, hasta cuando surjan las autoridades que definitivamente
y con decisión les hagan ver que éste es un país lógico
y de todos y no del absurdo y de unos pocos.
Alfredo Palacios Barra
|
|
|