Santiago de Chile, Miércoles 18 de Octubre de 2000
 
¡Descubrimos al Indio Pícaro!
En los faldeos del volcán Villarrica viven los autores de polémico fetiche fálico. Es copia de un muñeco apache. Pese a sus detractores, los turistas lo compran como pan caliente. Incluso llegó hasta la Casa Blanca.
 

Por Iván Fredes

Provoca estruendosas carcajadas, tímidas sonrisas y hasta ruboriza y molesta a los defensores del pudor y la moralidad. Basta simplemente con levantar su faldón articulado para que despliegue - ¡oh, sorpresa!- su oculto secreto. Su impúdica fama ha trascendido a tal punto que hasta el ex vicepresidente de Estados Unidos, Dan Quayle (ver recuadro), compró un par de ellos cuando vino a la transmisión del mando presidencial, en 1990, lo que hizo sonrojar a algunas mujeres de la comitiva.

El muñeco tiene cierta ingenua apariencia, siempre que no se le mueva. Es una de las artesanías más vendidas en el mercado municipal de Temuco y desde ahí se ha extendido por cuanta feria existe en el país. Los hay de todos los tamaños y precios. Incluso, hasta figuras de su símil femenino.

¿De dónde salió? ¿Quién lo talló? ¿Cuál es la verdadera historia de este ícono mestizo generosamente masculino?

ORIGEN APACHE

Tres son los culpables de esta creación, todos ellos artesanos que, casi por casualidad - hace veinte años- , tallaron por primera vez este controvertido muñeco.

Es obvio que nunca sospecharon que el exhibicionista indígena en cuestión terminaría transformándose en una verdadera mina de oro. Y todo partió de una simple broma.

El artesano autodidacto Jorge Medina Ramírez (44 años), que vive en medio de un bosque nativo en el sector Candelaria, al costado del camino al volcán Villarrica, recuerda que la figura fue copiada de un muñeco apache articulado. Este también ocultaba sus atributos, pero bajo un faldón de cuero y no de madera. Lo había traído su patrón, Ramiro Herrera, allá por 1980, de uno de sus viajes al extranjero. El, junto a sus amigos también artesanos autodidactos Camilo Valenzuela y Alejandro Olave, entonces habían sido contratados por Herrera como carpinteros para construir sus cabañas turísticas en el camino al volcán Villarrica.

Su patrón los desafió para que tallaran el modelito en madera con la idea de regalarlo a un amigo de Santiago. Herramientas en mano, los tres comenzaron a tallar la figura tal y como es conocido hasta ahora.

La broma del jefe tuvo rápida aceptación. Más tarde pidió le tallaran otras cinco figuras. Consiguió igual resultado entre sus amistades. El pedido después se amplió a diez. Y así sucesivamente. Tal fue el éxito que no demoraron ni cinco minutos en iniciar su fabricación en serie.

El indio pícaro los alimenta hasta hoy en sus talleres ubicados en los faldeos del tembloroso volcán Villarrica. Al menos, a dos de ellos. El modelo corrió como rayo y actualmente unos veinte artesanos de esa zona lacustre dedican afanosamente sus horas a tallar y proveer a los comerciantes del mencionado fetiche.

Uno de ellos, el artesano Mario Ulloa Rubilar, de Catripulli (a medio camino al lago Caburgua), serrucho, formón y gubias en manos, talla al ojo y en escasos minutos la figura del indio apache.

COMO LO MODELAN

Para delinear su cuerpo trabaja un trozo de álamo mojado y ahuecado. Esa madera es la preferida porque es más blanda y resulta fácil de tallar. De a poco, con asombrosa habilidad, el pequeño trozo de madera (de 12 centímetros de alto y seis de ancho en cada uno de sus cuatro costados) adquiere su tradicional fisonomía. Enseguida tiñe con anilina negra y betún café para resaltar sus rasgos y vestimentas.

De una vara cilíndrica de la misma madera o de raulí, corta pequeños pedazos de tres centímetros para dar forma al secreto oculto. Los pies se tallan por separado. Luego une esas extremidades y el cilindro con una pita en el centro ahuecado del muñeco. Lo sostiene con un pasador interno y el indio queda articulado. Basta levantarlo para probar su eficacia.

De su taller sale a $ 500 y en las ferias puede llegar a $ 1.500. Un pícaro a pedido y de dimensiones extraordinarias, hasta de un metro de alto, puede costar entre $ 50 y $ 70 mil.

Encargos no le faltan.

Cuenta que en veinte años ha modelado unas 50 mil unidades. Trabaja a pedido y los entrega a comerciantes de ferias.

Incluso, en el Mercado de Temuco algunos comerciantes cobran hasta cien pesos a los turistas sólo por levantar el faldón de gigantescos indios pícaros de hasta un metro de altura.

Sin embargo, Jorge Medina, uno de sus tres autores o copiadores en estricto rigor, después de veinte años, renegó de su pícaro y ahora sólo dedica su trabajo a tallar exclusivas parejas de mapuches vestidas a la usanza tradicional.

Cubrió las figuras con ponchos y le puso pantalones. Nada por aquí, nada por acá, como diría un mago. El indio pícaro me aburrió. Cuesta hacerlo y pagan poco. Además, hoy todos lo hacen, cuenta en su taller

LLEGO A LA CASA BLANCA

El diario estadounidense The Washington Post consignó en su edición del 12 de marzo de 1990, como una curiosidad anecdótica, la compra de dos indios pícaros por el entonces vicepresidente de ese nación, Dan Quayle.

Quayle, acompañado de su esposa Marilyn, había llegado al país en visita oficial para asistir a la ceremonia de asunción del mando del ex Presidente Patricio Aylwin. Cuando regresaba desde Valparaíso a Santiago, su caravana se detuvo en Casablanca, frente a algunas tiendas de artesanía para adquirir algunos recuerdos típicos. Estaba en esos afanes cuando observó intrigado un par de sonrientes figuras de madera. Inocente e ingenuo, intentó alzarlas con la mano. Los comerciantes todavía recuerdan sus carcajadas. También el ruborizado rostro de su esposa.

No tuvo dudas. Llevaré este recuerdo a casa, comentó levantando una y otra vez el faldón del muñeco, sin dejar de reír. Y se dijo, incluso, que uno de esos ejemplares llegó a la Casa Blanca.

Para su infortunio, los periodistas y reporteros gráficos de ese influyente diario estaban presentes. Incluso, la nota periodística fue despachada a las pocas horas y salió públicada al día siguiente hasta con fotos del voluptuoso indígena. Las agencias internacionales de noticias también dieron cuenta de la sabrosa anécdota del entonces segundo hombre de la nación más poderosa del mundo.

UNA BURLA

El artesano Sergio San Martín, de Gorbea, famoso a nivel nacional por la reproducción de cerámica mapuche, es uno de los más severos detractores del engreído indio pícaro.

Más que artesanía, lo califica lisa y llanamente de pornografía. Y de una burla y ofensa cultural al pueblo mapuche. Dice que mucha gente cree que es una artesanía auténtica, pero sólo es una copia burda.

Opina que su pícara fama obedece a ciertos criterios mercantilistas que guían a los comerciantes para obtener dinero fácil. Y acusa a los artesanos de fomentar la vulgaridad, en desmedro de la rica y variada herencia indígena.

En Internet

Tienda Virtual de Artesanía
http://mapuches-urbanos.tripod.com/tienda-e.htm
Mercado de Temuco
http://www.angelfire.com/de/araucania/mercado.html
 


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